“El que llega a la cima, nunca baja para contarlo”
— Era el refrán que todos en el pueblo solían decir cuando los viajantes mostraban algún interés en escalar la montaña de la verdad.
“Ya he escalado montañas casi tan altas como esta...
...así que no será ningún problema para mí.”
—se dijo a sí mismo Liam,
asumiendo el reto de llegar a la cima y finalmente bajar para contarlo.
Liam se puso en marcha y con total determinación,
empezó su travesía.
A mitad de camino,
escucha a lo lejos la voz de un anciano diciendo:
“¡Hey, por acá!”
“¿Eso fue una voz real o es mi mente jugando conmigo por el cansancio?”
—pensó rápidamente Liam. Y continuó:
“De todas formas, ahora mismo no estoy para hacer amigos, ni mucho menos ayudar a personas que dificulten mi objetivo de llegar a la cima.”
Con determinación y sin perder su foco,
Liam siguió escalando más y más hasta que finalmente llegó a la cima.
Ya de pie,
se puso a contemplar la vista sobre las nubes
y sobre todo el silencio absoluto que había.
Ya estaba atardeciendo y, al dejar todas las nubes abajo,
la vista del cosmos era un espectáculo que lo absorbió por completo,
hasta que su mente se apagó.
“Es tiempo de bajar”
—fue su primer pensamiento,
al tiempo que se percataba de un camino oculto mucho mejor
que aquel por el que subió, solo visible desde la cima.
Conservando aún ese silencio en su interior,
se dispuso a bajar la montaña.
Ya estando a mitad de camino,
ve a la distancia un joven subiendo con esfuerzo por el camino viejo.
“¡Hey, por acá!”
—gritó Liam.
Y en ese instante entendió que aquel joven jamás bajaría de la cima.
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