La isla de la libertad

jueves, 30 de enero de 2025

“¿Qué puedes encontrar allá afuera que no tengas acá?”


—le preguntó Pedro a su hermano Valentino, tratando de comprender de dónde venía esa motivación por explorar más allá del horizonte.



“En esta isla ya tenemos todo lo que necesitamos y más,

vas a arriesgar tu vida saliendo a alta mar en busca de otra isla,

¿Con qué fin?”


—seguía insistiendo Pedro.




“Hermano, no se trata de algo que pueda tener o acumular,

ni siquiera es algo que pueda utilizar...”


—replicó Valentino.



— “Es algo mucho más grande. Busco la libertad.”




Pedro ya cansado de no entender a qué se refiere su hermano Valentino,

finalmente le aconsejó:


“Yo no logro ver de dónde nace tu necesidad de libertad,

pero solo una persona en esta isla ha salido a explorar a alta mar por años

y finalmente regresó acá para no irse más.”




Valentino saltó de entusiasmo y preguntó:


“¿¡Quién es esa persona!? ¿¡Dónde vive!?”




“No es muy conocido,

porque al volver se refugió en la parte más solitaria de la isla,

dónde suelen ocurrir los incendios cada año,

y rara vez viene al pueblo donde estamos la mayoría.


Se llama Liam, no pierdes nada buscándolo para que te ayude.”


—dijo resignado Pedro.




Valentino salió al instante a la zona que su hermano le indicó,


contento de finalmente poder hablar con alguien que lo pueda entender en su búsqueda.



Una vez llegado a esa parte de la isla,

saltaba a la vista la cabaña del explorador Liam,

ya que por los incendios la zona se mantenía bastante despejada.



El anciano Liam se encontraba atendiendo su huerto,

justo a lado de la cabaña.




“Hola Señor Liam,

soy Valentino y mi hermano me comentó que usted fue la única persona en esta isla que se animó a explorar más allá del horizonte...


...Yo quiero hacer lo mismo y quería pedirle su ayuda para conseguirlo.”


—dijo Valentino con la esperanza de que el anciano acepte.




“¿Para qué quieres explorar fuera de esta isla?,

¿Qué buscas afuera que no tengas acá mismo?”


—preguntó el anciano.




Valentino respondió de inmediato y con total certeza:


“No busco algo que pueda tener o acumular,

ni siquiera es algo que pueda utilizar.

Lo que yo busco es sentir la libertad absoluta.”




“Entiendo”—respondió el anciano.


—”Puedo ayudarte con eso,

¿Tienes ya un barco para navegar?”.




Valentino negó con la cabeza.




El anciano Liam continuó:


“Entonces debes primero trabajar duro para construir un barco resistente en el que quepa todo lo máximo que puedas llevar...


...Yo no tengo mucha fuerza para ayudarte, pero puedo guiarte para que construyas el mejor barco posible.”




Valentino desbordado de entusiasmo respondió:


“¡Muchas gracias señor!

¡Ya mismo me pongo a construir el barco siguiendo su guía!”.





Los días de trabajo intensivo se convirtieron en semanas,

las semanas en meses, hasta casi cumplirse un año.





“¡Ya está señor Liam!”—dijo Valentino


—"Mi barco está completamente terminado según sus indicaciones,

¡Y es maravilloso!”.




“Hiciste un gran trabajo Valentino,

este barco está listo para llevarte a tu destino”.


—respondió el anciano Liam, añadiendo su última instrucción:


"Ahora cárgalo con todo lo que deseas llevar antes del anochecer,

así mañana al amanecer puedes empezar tu viaje.”




Valentino cargó el barco con aquellas cosas que más valoraba,

tomando en cuenta que su viaje sería posiblemente un viaje sin retorno.




Ya satisfecho sabiendo que no dejaba nada atrás y sintiéndose realizado por finalmente empezar su viaje, Valentino se fue a dormir a su casa deseando que ya amaneciera para poder zarpar como le indicó el anciano Liam.





A la madrugada,


como quien se despierta de una pesadilla,


Valentino dió un brinco de su cama y vió desde su ventana como a la distancia se iluminaba la zona de la isla dónde vivía el anciano.




"¿¡Otro incendio!?"—se dijo a sí mismo Valentino,

al tiempo que salía a toda prisa en esa dirección.



Una vez cerca,

vió que lo que estaba en llamas era su barco con todas sus cosas dentro.



En estado de shock,

Valentino corrió hasta el lugar sin creer lo que veían sus ojos.



Una mezcla entre tristeza,

impotencia y enojo le invadieron por completo.




"¡Soy tonto!


¿¡Por qué dejé mi barco en esta zona de la isla

que cada año ocurren incendios!?"


—se repetía a sí mismo Valentino,

mientras las lágrimas caían por su rostro y sus puños golpeaban el suelo.




Ya solo habían cenizas en medio de la oscuridad,


y mientras Valentino con lágrimas en los ojos veía como se consumía la última brasa que quedaba de su barco,


en el horizonte se asomaba el primer rayo de luz.




“¿Qué haces ahí llorando? Ya está amaneciendo”


—dijo el anciano, incorporándose al lado de Valentino.




“No podré viajar. Jamás seré libre.

Ya no queda nada. Lo he perdido todo.”


—dijo Valentino sin levantar la mirada de esa última brasa.




Entonces el anciano colocó una jarra de combustible frente a Valentino

y respondió:


“Ya no queda nada. Lo has ganado todo.”


Silencio Will
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